Para quien sabe apreciar algo más allá de los espectaculares paisajes, las playas seductoras y la modernidad de los lujosos hoteles y resorts o de los grandes centros comerciales, sin duda el mayor encanto de las islas del archipiélago hawaiano es lo que llaman allá el espíritu aloha. (Aloha se traduce: bienvenido.) Y antes que una simple alegría de bienvenida y de buena onda hacia el visitante, es una simpatía innata y un interés por atenderlo y procurarle la mejor estada allí, que se acerca mucho a la hermandad.
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Los primeros habitantes del archipiélago fueron polinesios que llegaron desde las Islas Marquesas en el siglo V. Hacia el año 1000 arribaron los tahitianos, que introdujeron su orden social, religión y costumbres. El primer occidental en pisar estas islas fue el capitán británico James Cook, que arribó en 1778 a las Islas Sandwich, como las bautizó. Si bien al principio fue visto como Logo, dios de la fertilidad, pronto surgieron enfrentamientos que se saldaron con la muerte de Cook.
Hasta la llegada de Cook cada isla poseía su propio rey, hasta que Kamehameha, rey de Oahu, unificó el archipiélago bajo un solo mando. Este rey único comenzó a tratar con los comerciantes estadounidenses interesados en la madera de sándalo, con los balleneros, que usaban las islas como escala, y con los misioneros que acudieron a evangelizar a una población ya diezmada por las enfermedades venéreas traídas por los marineros.
Hawai: el espíritu aloha
A finales del siglo XIX la caña de azúcar se convirtió en la gran industria de Hawai, y los dueños de las plantaciones comenzaron a traer a chinos, japoneses y coreanos a trabajar en ellas y a intervenir en los asuntos de las islas, lo que se saldó con el derrocamiento en 1893 de Liliuokalani, última reina hawaiana, y la anexión a EEUU.
Pronto, Hawai se convirtió en un lugar estratégico dentro de las rutas comerciales y de importancia militar. La base de Pearl Harbor, en Oahu, daba a EEUU control sobre el Pacífico. El ataque japonés a esta base militar el 7 de diciembre de 1941provocó que EEUU se decidiese a tomar parte en la Segunda Guerra Mundial.
Una vez acabada la guerra, la población hawaiana exigió el reconocimiento como estado, que llegó en 1959. Así, Hawai se convirtió en el 50 y último estado de EEUU.
Situado en el Pacífico Norte, a 2.000 kilómetros de la costa californiana, este paradisíaco archipiélago debe a su origen volcánico la gran variedad de fenómenos geológicos se dan en las islas, dotándolas de una configuración geográfica que en poca superficie proporciona gran diversidad de paisajes. Las playas cristalinas, los prados más verdes, los picos más escarpados, los volcanes humeantes y las especies más exóticas se dan en este estado.
De las ocho islas, la más habitada es la pequeña Oahu, donde se encuentra la capital Honolulu y la famosa playa de Waikiki, que absorbe gran parte del flujo turístico. La isla más grande, llamada Hawai o The Big Island, única con volcanes activos, atrae junto a Maui y Kauai el resto del turismo, dejando a Molokai, Kahoolowe y Niihau bastante tranquilas.
El hawaiano es ante todo un ser humano bello, espiritualmente cercano y cálido. Esto es saber de hotelería y turismo: dar bienestar es algo que no se paga ni siquiera con propinas.
Además, los encantos geográficos de las islas, que conforman el Estado número 50 de los Estados Unidos y la infraestructura de comodidades que se ha desarrollado para el turista, son razones de bastante peso para querer ir hasta allí. Hay mucho para ver y disfrutar en Hawai.
Oahu es una de las cuatro islas mayores que conforman el Estado; junto con Kauai, Maui y Hawai, esta última, curiosamente, es la que le da nombre al archipiélago y la más grande, aunque no la más visitada.
Pese a su lejanía, quién no ha oído de esta suerte de Miami en el Pacífico, después de la serie televisiva Hawai 5-0 (que no se trataba de fútbol, sino de policías); de La Isla de Gilligan ; de Magnum , que protagonizó Tom Selleck: de Jurassic Park , de Steven Spielberg, y de Mundo Acuático , con Kevin Costner.
Quién no habrá escuchado hablar del hula-hula, que originalmente se llama hula, y lo bailan bellas y bronceadas asiáticas al ritmo de un pequeño instrumento de nombre dulce, como ellas: ukelele , una especie de cuatro llanero de juguete.
En sus playas se vieron los primeros biquinis en 1953 y desde ellas se difundió al mundo entero la práctica del surfing.
Mucho para recorrer
Hawai: el espíritu aloha
Cada isla tiene algo en particular. Oahu es la más poblada y americanizada, pero tiene la playa Waikiki (aunque está dominada por altas colinas, Sunset y Lanikai son mejores), y a la altamente urbanizada Honolulú, con su centro histórico y un refrescante barrio chino. Allí también se encuentra la famosa Costa Norte, donde se practica surf, y el popular punto panorámico Nuuanu Pali desde donde se obtienen vistas espectaculares sobre los acantilados salpicados de cascadas. Sin embargo, sería una vergüenza ver sólo Oahu y considerar que ha visitado Hawai.
Hawai o Big Island tiene el gran poderío geológico del Parque Nacional Volcanes, más los paseos fantásticos a través de la espesura de la campiña (ruta 137), excelentes condiciones para el buceo y muchas pruebas de la antigua cultura hawaiana. Pero las playas no son su punto fuerte (vaya a las de Hapuna Beach State Park o Kaunaoa Beach).
Maui no es la alternativa apacible que una vez fue, pero aún conserva su imponente paisaje de montaña, una exuberante costa este y espectaculares condiciones para el windsurf y el avistamiento de una ballena jorobada (no necesariamente al mismo tiempo). En el Halekala Crater (similar a un cráter lunar) es donde se reúnen los mañaneros para observar los rápidos y brillantes amaneceres, siempre y cuando no esté nublado.
Algunos lugares tranquilos y vírgenes han sobrevivido de las grandes construcciones, especialmente alrededor de la comunidad aun hawaiana de Keanae.